El diccionario de la Real Academia Española define la palabra jerga como el lenguaje especial y familiar que usan entre sí los individuos de ciertas profesiones y oficios, como los toreros, los estudiantes, etc. Es decir, el código específico que se utiliza en la intimidad de un grupo laboral o social. La RAE no lo dice, aunque lo sugiere, pero es de aceptación generalizada distinguir entre jerga social y profesional, como veremos a continuación.

No tengo el placer de conocer la jerga taurina. No, no soy capaz de interpretar esta frase: “el burel mogón y careto persiguió al torero hasta el burladero luego de que fracasara con la chicuelina ya que la pañosa se descolgó del estaquillador por golpe recibido con el garapullo saliendo el marrajo en derrote”. ¿Significa esto que soy una ignorante? Sí. Nunca he sentido la inquietud de adentrarme en el mundo de los toros. Pero también, y más importante (y relevante, para el caso que nos ocupa), deja claro el papel y función de la jerga: encriptar.

Características

El rasgo más característico de estos lenguajes es el uso de un léxico concreto, diferenciado, y lleno de tecnicismos en el caso de las jergas profesionales. En ocasiones, este vocabulario se cubre intencionadamente con un velo invisible para que los de fuera no puedan penetrar en él, no puedan entenderlo. La jerga carcelaria es un buen ejemplo de ello: los internos, cuando hablen entre ellos, modificarán su lenguaje para que los funcionarios no se entrometan en sus conversaciones.

Como es lógico, al ser códigos tan encriptados, particulares y efímeros, su traducción es también todo un arte. La jerga es la lengua de un determinado grupo, y favorece y refuerza la cohesión e identificación de sus miembros. El traductor, si se encuentra ante el reto de tener que traducir una jerga, deberá transportar todo ese contenido, simbolismo y peculiaridad a la lengua de llegada. Por ello, deberá introducirse en el grupo en cuestión e investigar y experimentar la jerga en primera persona.

Cómo entender la jerga carcelera

Tenemos la suerte de poder presentaros  una selección de recursos sobre la jerga taleguera: el lenguaje de la cárcel. La información primaria se ha recopilado a través de visitas periódicas a un centro penitenciario de la Comunidad de Madrid. La secundaria se ha obtenido gracias a la ayuda de un grupo de voluntarios/as de Solidarios para el Desarrollo, ONG con larga tradición de intervención social en ese ámbito; así como de la lectura de blogs, diccionarios y artículos varios, entre los cuales destacamos el portal Infoprision (con diccionario carcelario, guía práctica de centros penitenciarios españoles y relatos verídicos de expresidiarios), y las memorias de El Vaquilla, tituladas Hasta la libertad.

El equipo individual de investigación, en la fase de preparación y con los medios de que disponía, empezó la documentación con el visionado de la serie Orange is the new black. Este ejercicio, realizado en versión original y sin calentamiento, es recomendable para todo aquél que quiera familiarizarse con el registro utilizado en las cárceles neoyorquinas. Y si bien no nos da equivalencias en español (aún no está doblada ni subtitulada), sí que nos deja muy clara una idea: el lenguaje dentro de la prisión es críptico, peculiar y efímero. Es críptico por la naturaleza propia de sus hablantes, que necesitan y persiguen un cierto grado de intimidad; es peculiar porque resulta de la combinación única de ciertos individuos en un determinado espacio, y es efímero porque si se fijara, perdería su principal funcionalidad.

Así pues, la “unidad” científica de Okodia – Grupo traductor se congratula de poder entregar a sus lectores la información obtenida, que encontrarán en los citados recursos (no os reproduciremos un glosario aquí, que no nos pagan por terminólogos), y resta abierta a cualquier pregunta o consulta que tengáis. Sin embargo, el equipo señala que, igual que decimos que cada persona es un mundo, debemos decir que cada cárcel es una microsociedad (o no tan micro, si tenemos en cuenta que España es el país de la vieja Europa con más presos por habitante), y por lo tanto, no existe una única jerga taleguera.

Entre los treinta internos del grupo del centro visitado se han contado hasta diez nacionalidades, entornos totalmente variopintos y tres decenas de historias particulares, nada uniformes y en absoluto generalizables. Desde quinquis de extrarradio a cultivados universitarios.

Esperamos no encontraros por allí.

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